sábado, 6 de octubre de 2012

Nuestra ventana temporal


     Todavía recuerdo aquel gráfico que me enseñaron en 1999 aquellos gestores, cuyo nombre no quiero recordar, por el que desplazaban una regleta temporal de 7 años concluyendo que "la bolsa es siempre rentable a largo plazo." Para ser sincero del todo, aunque en el convulso mundo que nos está tocando vivir, el largo plazo ya no tenga por qué equivaler a 7-10 años, la afirmación sigue siendo cierta: la bolsa a largo plazo siempre es rentable. Nada que objetar.

     Bueno, en realidad, casi nada que objetar porque resulta que el ser humano tiene una ventana temporal finita. Aunque la expectativa de vida en la actual España mediterránea supere los 80 años, nuestra ventana temporal es terca y sigue obcecada en recordarnos que somos mortales aunque a algunos parece que se les olvida. Salvo que tengamos aspiraciones altruistas y/o pretendamos dejarle cierto legado a generaciones posteriores a costa de nuestro propio presente, es más que recomendable recordar que nuestro marco temporal nos acompañará en todas y cada una de nuestras decisiones. ¿De qué puede servir saber que el largo plazo siempre nos aportará prosperidad si ya no estamos en este mundo para disfrutarlo? De nada. ¡A 200 años vista los mercados habrán subido inexorablemente! Sí, y a 200 años vista, también estaremos todos criando malvas…

     Por lo tanto conviene recordar que, si bien un largo plazo convencional a nivel de inversión puede referirse a un plazo no inferior a los 7 años, nuestra ventana temporal es la diferencia entre nuestra expectativa de vida y nuestra edad. Retomando el ejemplo anterior, para un hombre de 45 años cuya expectativa de vida sea de 80 años tendrá una ventana temporal de 35 años (80-45) y ese será su largo plazo máximo teórico. A partir de ahí cada cual podrá afectarlo, y por lo tanto alterarlo, con pensamientos propios del tipo: "A los setenta y pico no necesitaré tanto dinero como a los 50 porque mi físico no me permitirá disfrutar tanto de él" o bien "Estoy fuerte como un roble y quiero repartir mi dinero a partes iguales entre los años que me quedan teóricamente" e, incluso, "Prefiero dejarle un 50% de mi patrimonio a mis nietos". Todos los planteamientos son personales y respetables.

     En cualquier caso todos podemos llegar a una cifra de años que nos limite nuestra ventana temporal y, a partir de ahí, actuar en consecuencia, hagan lo que hagan los mercados y sin pensar constantemente en que el largo plazo siempre es rentable, lo cual, en la práctica, queda demostrado que es una verdad a medias de la cual se nutren muchos. Carpe Diem.

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